El Hotel

Era la primera vez que estaba completamente sola en la habitación de un hotel. Empecé a inquietarme. Las desveladas acumuladas, el cansancio del curso y el estrés no me permitieron salir temprano a caminar, así que dormí un rato más. Sinceramente me sentía muy extraña: Sin hijos para regañar, ni Espo para guiarme, ni Mamá para juzgarme. Mi corazón, acelerado, se entristecía y se alegraba a la vez.

Era un hotel de 5 estrellas, un lujo que no podría darme con tres hijos en casa. Sin embargo, los gastos corrían por parte de la empresa. Así que, ¿Por qué no apapacharme un poco?
Tomé un largo baño en la tina, me vestí con calma, ví un rato la tv, pedí el buffette 🙂 El día anterior me había fijado donde estaba la estación más próxima del metro, encargué mi maleta y salí dispuesta a la aventura.
El metro
Hacía añísimos que había tomado el metro en la Ciudad de México. Siempre confiada en el buen sentido de ubicación de MiEspo, no me apuraba fijarme en las estaciones. Un acto tan cotidiano para los habitantes de esta ciudad representaba para mí algo tan excitante como atemorizador. Tomé fotos de las estaciones, pregunté en cada correspondencia, me fijé bien en los pósters. Mi loca cabecita pensaba: ¿Y si hay un temblor? ¿Y si me aviento a las vías? ¿Y si me roban el celular, el dinero y la IFE? ¿Y si me pierdo? ¿Saldré en el canal 5 con el Tío Gamboín? ¡Ah, no! Tranquila, teiquirisi, keep calm and walk…
Me sorprendió gratamente ver las indicaciones para agilizar el paso de los transeúntes y corroborar que en la mayoría de los casos la gente los sigue. ¡Qué ordenaditos, oiga!
Me tocó ver en varias estaciones la sección de «sólo para mujeres y niños menores de 12 años», bien por la seguridad de las féminas, mal que se tenga que recurrir a estas opciones, en vez de educarnos en el respeto. ¡Ah! Y también ví chicas conduciendo el metro 😀
Murales y exposiciones engalanan los andenes del metro, haciendo el recorrido más agradable a la vista y a los sentidos, aunque he de reconocer que son muy pocas las personas que se detienen a observar. Vendedores de todo tipo y amplia gama de locales comerciales, artistas, cantantes, merolicos… un mercado subterráneo 😉
El Centro Histórico
Al fin salí a la superficie, podría jurar que escuché arpas y serafines ¡Ah pero que gusto me dió encontrarme con el letrero de «Bellas Artes»!
Y bien, ya estoy aquí ¿Qué hago ahora? En vez de ir directamente a Bellas Artes retrocedí siguiendo un letrero: Teatro Blanquita, con su escultura dedicada a María Victoria y su fínisima cinturita, ♫ es que estoy tan enamorada ♪, imaginé cómo habrían sido aquellas noches de carpa, con artistas de la talla de Libertad Lamarque, Angélica María, La Sonora Matancera, mi profe de baile… historias que me contaba miPapáA.
Caminé con miedo por fuera del teatro, en la banqueta yacían muchos teporochos, borrachines y personas de la calle, el olor a orines impregnaba el ambiente. Estem… con permisito, a seguir caminando.
Un par de cuadras adelante se localiza el precioso Palacio de Correos, el cual muero por conocer, parecía estar cerrado, pensé: Voy a Bellas Artes y regreso, sí como no. Pues no, no volví, triste mi calavera.
Después de hacer el recorrido en Bellas Artes decidí transitar por la Avenida Madero, para conocerla y para ver si se me olvidaba la idea de subir a la Torre Latino. La casa de los Azulejos, donde el junior de la familia les demostró que sí sabía hacer negocios, destaca entre los demás edificios por su peculiar fachada, actualmente da el servicio de cafetería y restaurante. Un poquito más de hambre y habría entrado, también me quedé con las ganas, pero ¡había tanto por ver en estos callejones!
El organillero giraba su musical cilindro, en tanto solicitaba unas monedas con su gorra. Un Santa Claus con una bella Elfa invitaban a tomarse fotos por tan sólo $50.00, ehhh no gracias, me las tomé gratis con la chica de Uganda. Camino, admiro, suspiro, camino.
El Templo de San Francisco, data de 1524, con su fachada Churrigueresca, invita a los transeúntes a tomar un poco de paz en medio de tanto bullicio. En el patio frontal, dos monjitas chaparritas vendían dulces, galletas y frituras.
-¿Me deja tomarle una foto madre?
-No, no nos permiten 😦 *Y se tapó el rostro.
Sin permiso será pues. Haciendo caso omiso de mis propios consejos, compré dulces de mazapán, galletas con canela y empanadas ¡Y ahí voy cargándolas todo el día! ¡Chiiiiicles! Agradecí al Creador el poder estar ahí, agradecí por la familia, el trabajo y la salud. Es un museo viviente ese templo, te sientes transportado a otra época entre sus pinturas, su olor a madera antigua y sus enormes candelabros, ya sabes, lo usual.
Una puerta, dos estatuas, tres balcones, ¡Así no se puede avanzar señores! Todo me parece tan espectacular, la arquitectura, los detalles, la Historia detrás de cada trozo de madera, de cada cantera, de cada azulejo.
Y al mismo tiempo, chicos con cabellos de colores llamativos, haciendo música con envases vacíos, bailando break en la banqueta, pintando con aerosol y plantillas. Un Moreleando constante.
¡Ya estuvo, me voy a subir a la Torre Latino! Y que me subo. Y que me bajo. Y que me mareo. ¿Será la emoción, la altura, los nervios? ¡El hambre! Es tardísimo y no he comido nada, los dulces de las monjitas intocables, porque los traía para mis chilpayates.
Siguiente destino: La Alameda. Para llegar ahí pasé por la calle de las librerías, alguna vez ví un reportaje donde explicaban que en cada calle del Centro se dedican a diferentes ramas: El callejón de la comida, el de artículos religiosos, el joyero, de artículos de belleza, étc. Varios hombres gritaban por la calle ofreciendo software: «Llévele, llévele, el Windous, el Offis, el Fotoshó, a cien, a cien, llévele, amiga ¿Qué anda buscando?»
Estaba por cruzar la Av. Juárez cuando se me atravesó un aromático trompo al Pastor. Fin de la discusión, no se hable camine más, a comerrrrrrr.
El Turibús
Antes de ir a la Ciudad de México pedí consejos entre mis amigos del Twitter, varios mencionaron el Turibús, a mí la verdad me parecía un poco caro, pese a todo busqué los puntos de venta y no estaban en el Centro Histórico. Salí de los tacos y ahí frente a mis ojos: El autobús rojo de dos pisos.
-¿Vas a subir amiga?
-Sípirili
¡Juímonos al segundo piso! ¡Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Oiga, que ya trepada me entero: Se pagan $165.00 con derecho a viajar TODO el día de 9:00 a.m. a 9:00 p.m., te da opción de descender en ciertos puntos, como museos, Chapultepec, monumentos. Cada 20 minutos pasa otro turibús para que puedas continuar el cicuito. ¡Bien! Además, puedes hacer conexión con el resto de los circuitos: Centro histórico, Sur (Frida Kahló), Polanco y Basílica de Guadalupe ¡Por el mismo boleto! ¡Órales! Y lo mejor de todo, que te venden el boleto en donde te subas, como a mí 😀 Visto así, ¡Está súper bien!
Se oye una grabación con la explicación del lugar/ monumento/ edificio que estés viendo, tienes que darte prisa para tomar la foto del recuerdo y síguele. Pasamos al lado del Monumento a la Revolución, hasta entonces me enteré que tiene un elevador y un mirador en la cima, quise bajarme pero con lo entretenida que soy y lo tarde que era me perdería el resto del circuito. A este punto habrían transcurrido como 20 minutos de que me subí al Turibús, 20 minutos en camión ¡Y yo que quería caminar partiendo desde la Torre Latino!
Avanzamos por Reforma (Ojalá Arjona no circule hoy), vimos a la enigmática Diana Cazadora (a la que le pusieron sostén en «Los Caifanes»), los modernos edificios (como la Bolsa de Valores), al Ángel de la Independencia (que no, no es ángel, es la Victoria Alada) y yo en plan Robin en Batman Lego «¡¡¡que emoción, que emoción, que emoción!!!»
*Comentario extra: Al pie del Ángel se toman fotografías las quinceañeras ¿Cómo para qué? Digo, porque pa’ que salga el ángel deben tomar la foto desde muy lejos y si quieren que salga bien la quinceañera sólo sale la base… minoentender.
Ubicamos el Museo de Cera y el de Ripley, que están juntitos, también me quería bajar aquí, ya empezaba a oscurecer y no me animé a regresar tan tarde al hotel. «Vamos a entrar a la Colonia Condesa» anunció la voz por los parlantes ¡La Condesa! ¡La pipirisnais! La famosa…Condesa…Zzzzzz ¡ZAZ! Me quedé dormidota, con la tirita de saliva saliendo de la comisura ¡Ay, qué vergüenza! En una de esas hasta ronqué 😦
No me daba cuenta de lo cansada que estaba, casi me cacheteo para despertar ¡tssss! En fin, el regreso fue muy rápido, bajé en el mero zócalo, como le digo, oscurecía y el hotel estaba distante. Sólo observé por breves instantes una danza prehispánica con todo y ofrendas florales y frutales ¡Justo a un costado de la Cátedral! ¡Oiga, que sí hay diversidad religiosa! ¿eh?
Un mar de gente se dejó venir, era la noche en que encendían el alumbrado navideño, yo salí corriendo a la estación del metro más cercana, con los dulces monjísticos en una mano y el corazón extasiado en la otra.
Más información
CDMXTravel
Alan x el mundo recomienda Ciudad de México
¿A dónde ir?
10 cosas que debes hacer en la Ciudad de México
10 lugares a donde ir en la Ciudad de México