El otro día Mija me preguntó que qué época de mi vida me gustaría volver a vivir. Si me lo hubiera preguntado de soltera (lo cual habría sido por demás extraño, ya que ella todavía no existía) posiblemente habría contestado que mi adolescencia. Pero no porque me haya gustado mucho, no, sino para tratar de no cometer los muchos errores que cometí durante mi estadía en ella. Pensándolo bien, mejor no.
Sería divertido volver al cabello parado con gel (en ocasiones con agua azucarada, lo cual me traía bastantes problemas con las abejas y las moscas), escuchar a LuisMi, Flans, Timbiriche y un largo étc. en casetes, usar los mallones y los blusones, andar en bicicleta de Lerdo a Gómez, hablar horas por teléfono -público- con tan sólo 20¢ y bailar como si no hubiera mañana. Ehhh… de hecho eso lo puedo hacer, pero lo de los mallones sería sin salir de casa y cambiar los centavos por monedas de $5.
Sin embargo (y empiezan los peros)… volver a sufrir vivir los traumas adolescentes, como que no es mi fuerte. Detallitos que creí superados, que de repente salen a flote, como para agarrar aire y se vuelven a sumergir en el océano de los recuerdos. No sé ni porque los traigo a colación pero hay dos traumitas, o tres, o una docena, que me andan rondando el cerebro, o el corazón, o el estómago…
Son las 3:00 a.m. y yo debería estar dormidota al lado de MiNene, pero no puedo pegar el ojo. No tiene que ver con lo que estoy escribiendo, es sólo una angustita atorada en el centro del pecho, escribo para distraerme y dejar de pensar un poco…
Abroche su cinturón, viajaremos al pasado, demos un vistazo al antier.
El Trauma de Yo no Fui, Fue Teté.
Estoy en el turno vespertino de la secundaria, en un colegio particular. Tengo amigas y amigos, un par de compañeras que no me caen muy bien (ni yo a ellas), varios profesores medio lunáticos y otros que si nos saben enseñar. Es pesado estudiar de tarde, especialmente a las 3:00 p.m. en que una hace la digestión y el sol está en pleno. Hace un par de días una compañera me propuso hacer algo bobo: una lista con los nombres de todos los alumnos del salón y sus apodos. Acepté más por curiosidad por enterarme como me nombraban a mis espaldas, que por otra cosa.
En el salón son todos muy carrillentos, yo procuro no llamarles por sus motes, aunque la mayoría los conozco. Enlisto los nombres en mi cuaderno, mientras esta chava me dicta los apodos. Algunos son ingeniosos, otros ofensivos. ¿En serio quieres que escriba esto? A ella parece divertirle mucho, a mí no, pero finjo, me río tontamente, no sé ni porque me río. En fin.
Salimos al recreo, alguien se ha enterado de la lista y voltean a verme feo. Me piden prestado el cuaderno, yo lo paso descuidadamente y de pronto recuerdo que ahí traigo la mentada lista, se lo arrebato a quien me lo pidió, le arranco la hoja, la arrugo toda y me la guardo. Le devuelvo el cuaderno y me dice: ¡Ya no, gracias!
Mmmmh… ¡Chicles! ya la regué de nuevo.
Regresamos del receso, una de mis mejores amigas G está llorando, no me gusta que lo haga porque cuando se estresa mucho le baja la glucosa y se pone muy mal, toda pálida y agitada. Intento acercarme a ella, se me hace extraño que no me quiera platicar lo que le pasa, tiene algunos días portándose muy rara. ¿Qué bicho le habrá picado? ¿Se molestó porque me estoy juntando con E? Será mejor dejarla, por lo visto no desea mi compañía.
El profesor de Español está tardando mucho en entrar al salón. ¡Ah! Es que están hablando con él unas compañeras, y mi amiga G sigue llorando. ¿Pos’ que pasa?
El maestro entra y de buenas a primeras comienza a regañarme, así gachote en frente de todo el grupo. Pienso para mis adentros que de seguro es por la mentada lista de los apodos, ¡me lleva! ¡Nomás a mí se me ocurre hacerle caso a esta niña!
-¡Póngase de pie! – recita mi nombre completo con mis dos apellidos, apretando los dientes, tensando las venas del cuello, evidentemente furioso.
-¿Qué es lo qué ha hecho?- Grita a voz de cuello, abriendo los puños como en una película de Soler.
-¿De qué o qué?- ¡ay! ¿Porqué contesto así? El corazón se me agita.
-¿Qué tiene en su depravada mente? ¿Porqué se ensaña así con la compañera G?
-¿Perdón? ¿De qué me está hablando?- ¡Achis! ¿tanto escándalo por una lista de apodos?
-¡No se haga la inocente!¡Con esa cara de mosca muerta!¡Eso es lo que es usted!¡Una mosca muerta!
-¡No sé de que me está hablando! -¡Mah!¿Pos este profe loco?¿Qué tiene?¡Aw! Mi corazón…
-¿No sabe? ¿No sabe? ¿NO SABE? ¿o se hace?- Gritando.
-No, no sé, explíqueme.- El resto del salón con la boca abierta y sin hacer ruido alguno.¡ay! mi panza.
-Usted con su malévola mente, indujo a sus compañeras a escribirle una carta denigrante a esta pobre muchacha (G), donde la ofende, le dice que es una cualquiera, que nadie la quiere y que todos la detestan ¿Pero qué maldad anida en su corazón para cometer tal acto?
-¡Yo no hice eso!-¿WHAT? ¿Que QUÉ? ¡Esto no trata de los apodos! ¡Trágame tierra! ¡Se me sale el corazón!
-¡Claro que fue usted y no se atreva a contestarme! ¿Con que derecho?¡Es usted una maldita!-¡PUM! tiro en la sien
-¡Pues seguramente sí lo soy!- Salgo caminando súper enojada y sacada de onda-Nooooo, ¿Qué acabo de hacer decir?
-¿A dónde va? ¡Regrese inmediatamente! ¡No le he dado permiso de retirarse! ¡VUELVA!
¡Mangos, pos qué!
Afuera del salón, me siento en las escaleras, quiero llorar pero no puedo, estoy muy nerviosa, algo así merece expulsión, pero yo no lo hice, pero ¿Cómo voy a convencer a la Madre Directora de que yo no fuí? Si todo mundo sabe que somos mejores amigas y que nos hemos distanciado, y ahora con lo de la lista de apodos… ¡qué vergüenza si le hablan a mi papáA! ¿Y si me expulsan? ¿Y si me quitan la beca? Mis papás no pueden pagar la colegiatura ¿Qué voy a hacer? ¿Porqué nadie dijo nada? ¿Quién escribió esa carta? ¿Porqué nadie me defendió? D:
De pronto aparece una compañera de Prepa del matutino ¿Qué tiene que estar haciendo aquí en la tarde? No lo sé. Me ve como estoy alterada, quiero correr a mi casa y al mismo tiempo me quedé congelada en el segundo escalón. Le platico lo que acaba de pasar, me consuela y me dice que si yo no hice nada malo, nada malo me sucederá. Si yo digo la verdad Jesús está conmigo. ¡Tiene razón!
Limpio mis ojos y volteo hacia arriba, el profesor está de pie frente a mí.
-Le pido una disculpa, perdóneme, me porté como un patán.
-¿? @.@
-Sus compañeros han confesado, fueron ellos quienes lo hicieron, para castigar a G.
-¿? O.O ¿Porqué o de qué o cómo?
-Dejaron que la inculparan y ahora se sienten mal por lo que la regañé.
-Acepte mis disculpas – Pone una rodilla en el suelo.
-Asiento con la cabeza.
-Pídame lo que sea para resarcir el daño.- ¿Ya pa qué? 😦
Pues sí. El regaño fue en público y la disculpa en privado. ¡Diantres!
P.D. Nunca supe los motivos de esa carta, mi amiga G y yo volvimos a hablarnos, pero ya nada fue igual…