
Tenía un par de horas libres antes de entrar a capacitación, por lo que decidí dejarme ir hasta Coyoacán, a la casita de Frida Kahlo y su Diego Rivera. Y no es que sea muy admiradora de su obra, la verdad, si no que tenía cierta curiosidad por conocer el lugar donde vivió ésta pareja-dispareja… no sé, sentirles en la intimidad de su hogar.

Tomé el metro y (según yo) bajé en la estación más cercana al Museo Frida Kahlo, me destantié un poco, pregunté varias veces cómo llegar, todo el mundo muy amable aunque me enviaban por distinto rumbo, tardé un poco para dar con la calle Londres, ya ni busqué el número 247, la esquina azul y la hilera de gente esperando entrar me confirmaron que había llegado.

Para ingresar hay 3 filas muy bien demarcadas: Visitas escolares (prioridad), boletos comprados ahí y boletos comprados por internet (más económicos, impresos o en electrónico, más rápidez en el acceso). Como yo no estaba muy segura de mi hora de llegada no me animé a adquirir el ticket en línea, luego me arrepentí ¡Chiiiiclesssss! A pesar de llegar temprano (45 min. antes de la apertura) ya había mucha gente formada y todavía llegó máaaaaas, entre escuelas y boletos electrónicos apenas alcancé el turno.

Dejas tus pertenencias en paquetería y te dispones a sumergirte en un espacio ajeno al tiempo, al bullicio y a la falsa sociedad. Caminar por sus pasillos, tocar sus paredes, escuchar a los objetos hablar de sus dueños, imaginar como pintaban, como creaban… sus comidas, su vestimenta, sus libros… sus pláticas, sus risas, su tormentosa relación…

En está residencia nació y murió Frida Kahlo, a pesar de que durante su matrimonio con Diego cambió varias veces de residencia, siempre volvía a la casa paterna. Su esencia se percibe en todo el recinto. La cocina está decorada con vasijas de barro de diferentes tamaños, en tanto los trasteros y el comedor son de madera, con un horno empotrado en la pared haciéndote sentir en un típico pueblo mexicano. En el patio se localizan varias esculturas prehispánicas que el matrimonio fue adquiriendo a lo largo de los años. La caída del agua en la fuente te relaja y te hace olvidar las prisas del mundo.

Me fascinó observar los caballetes y los tarros de pintura en el taller donde trabajaban, había una silla de ruedas para Frida y algunas vitrinas con numerosos libros y adornos. Más adelante están 2 recámaras que fueron usadas por Frida, entiendo que durante su convalecencia a raíz del accidente de tránsito donde se dañó la columna; en el techo de la 1° cama hay un cuadro de mariposas, ¡qué increíble despertar y lo primero que vean tus ojos sean esas hermosas figuras! En la siguiente habitación se encuentra otra cama con dosel y un espejo empotrado en el techo, gracias al cual logró autoretratarse en numerosas obras.

Es aquí dónde experimenté algo muy extraño: Me entraron una angustia y unas ganas de llorar enormes, como si en ese cuarto se concentrara mucho sufrimiento acumulado. Tuve que salir y sentarme en el patio porque sentí que no me alcanzaba el aire y tenía el corazón apachurrado.

Descansé por un buen rato, oyendo las aves cantar y admirando a los turistas tomarse selfies, bien felizotes todos ellos. Una llamada del trabajo me devolvió a la realidad, entonces me dí prisa para ver la colección de vestidos de Frida y tomarme la foto del recuerdo.

P.D. El Museo abrió sus puertas al público en 1958, cuatro años después del deceso de la pintora. No obstante, Diego dió instrucciones a Dolores Olmedo, artista amiga del matrimonio, para que pasados casi 50 años develara un enorme acervo con fotografías, dibujos, documentos, vestidos y objetos personales de Frida Kahlo.
Museo Frida Kahlo
Londres 247, Col. Del Carmen
Del. Coyoacán, Ciudad de México
C.P. 04100
Horarios
Martes: 10:00 a 17:45
Miércoles: 11:00 a 17:45
Jueves a Domingo: 10:00 a 17:45
Costo
Extranjeros/ Martes a viernes $250.00 fines de semana $270.00
Nacionales/ Martes a viernes $110.00 fines de semana $130.00
Estudiantes y Profesores $50.00
Niños y Adultos Mayores $25.00
Cómo llegar