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La Cama Vacía

Desperté por la mañana, dí media vuelta en la cama y no estabas ahí. Tu lado estaba sin desalzar. Después de todos estos años juntos, aún me despiertas con un beso acompañado de un ¿Mi amor cómo estás ?. 

Este día era diferente, tu ausencia me obligó a abrazarme a tu almohada, buscando quizá en ella tu fragancia. Recordé de pronto como nos conocimos, cuando fuimos amigos y luego más que eso. No quería necesitarte, y simplemente, ya no pude vivir sin tí.

Dices que me pediste matrimonio, en realidad te lo supliqué yo a tí. Igual aquel primer beso, aquella primera vez, vivimos juntos todos nuestros «primeros» soñando con envejecer.

El tiempo, como siempre pasa volando, llegaron nuestras hijas y con ellas una nueva vida. Ahora, además de amigos y amantes, eramos padres.

No ha sido sencillo, tengo el carácter difícil, en cambio tú eres un ángel. No encuentro otra explicación a tu proceder, más esa que cada noche me entregas: «Eres mi razón de vivir». Mucha responsabilidad para mi pequeño corazón, el saber, el sentir, que de tu vida soy la razón. No puedo cambiar tu parecer, solamente te acepto, te amo y lucho por erradicar mis vicios y manías con los que tantas veces te he dañado.

De tu parte sólo amor y ternura he recibido, eres mi mejor amigo, perfecto amante, cariñoso esposo, responsable padre. Soy muy afortunada, pues encima de todo, aún me amas, aún me deseas, aún me necesitas.

Y pensando en todo esto, fue que mis ojos se nublaron de nuevo. Viendo el vacío de nuestra cama comencé a imaginar ¿Qué sería de mi vida sin tí? Si de pronto ya no tuviera la oportunidad de tocarte, dejar de escuchar tus palabras, ya no sentir tu abrazo cuando llegas del trabajo, sin percibir tu mirada al salir del cuarto. Tu lugar en la mesa, tu silla en el café, tu lado del armario… permanecerían inertes y fríos esperando eternamente tu regreso.

Cerré los ojos de nuevo, con la dulce esperanza de que al abrirlos, llenarías todo el espacio desierto. No. No apareciste, no hubo magia, seguía vacante tu sitio.

El día comenzó, como siempre, como cada alborada. El desayuno, las niñas, los trastes, el negocio, la casa. La tristeza me invadía poco a poco, oscureciendo mis pensamientos, fragmentando mi razón. Entonces sucedió: escuché tu voz.

Te amo, te amo– repetías sin parar. Sólo un día más. Pronto volverás.

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Primer Amor

l era un niño algo rebelde, un poco adelantado a su edad. Solía jugar fútbol como pocos y era muy bueno en el «chinchilahua«. A veces peleaba con los compañeros. No era el más listo del grupo, ni el más borlotero, ni el más guapo. Tenía «algo» que lo diferenciaba de los demás. Un algo que captó mi atención.

En ocasiones me hablaba en el salón, me preguntaba sobre matemáticas o español. Le explicaba el tema y notaba que se ruborizaba. Pensaba que le daba pena pedirme ayuda. Lo gracioso era, que no la necesitaba.

Un día, al salir de  clases, un amigo de él me dio una carta en secreto: era una petición formal para ser su novia. ¿Su novia? ¡Dios mío! ¡Mi corazón iba a estallar! No puedo recordar si le contesté de inmediato o todavía me dí el lujo de pensarlo, la cuestión es, que había que escribir  la respuesta en el papel y así lo hice. Aquella misiva no volvió jamás a mis manos, estaba sellada con un .

El colegio no contaba con un árbol hueco para usarlo como buzón. Su amigo me entregaba las cartas, las mías las recibía por una amiga. Palabras de amor escritas por un par de chiquillos, que no tenían idea de lo que estaban diciendo. Corazones cruzados con una flecha, renglones llenos de «Te quiero», sueños que nunca se realizaron.

Los viernes nos llevaban al parque de en frente. Él dejó a sus amigos jugando futbolito, yo dejé a mis amigas jugando a las barbies. Sentados los 2 en una banca, uno a cada extremo de la banca… no nos atrevimos a mirarnos. Los compañeritos se asomaban «discretamente» hacían como que la pelota se les iba en esa dirección o pasaban caminando y nos veían de reojo. No creo haber sentido tantos nervios como en aquella ocasión.

Al siguiente viernes, nos sentamos de nuevo en aquella banca. Con un plumón negro pintamos un corazón con nuestras iniciales. Nos vimos a los ojos. Los suyos eran color miel. Sonrió y se fue corriendo.

Otro viernes llegó, la misma banca, nuestra banca, nos esperaba. Sacó de su bolsillo un águila de madera con un pequeño crucifijo al centro. Me pidió que la guardara como se guarda un tesoro. Besó el amuleto y lo colocó en mi mano. Y así estuvimos una eternidad. Con nuestras manos entrelazadas… cada quien desviando la mirada, buscando estrellas en pleno día.

Hubo una función de matiné para colectar fondos pro-algo. Todo el salón debía asistir. Él me estaba esperando dentro del cine, apartó un lugar para mí. Mi mano en su mano, los latidos de mi corazón no me dejaban oír.

El curso escolar terminó al llegar el verano, aquel dulce amor también. Jamás hubo un beso, ni un abrazo, ni siquiera un adiós. Sólo 2 pequeños corazones latiendo emocionados por primera vez.

P.D. Años después me enteré, que algunas epístolas eran tan bellas, que «los amigos» se quedaron con ellas. Yo conservo el resto.

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10 Cosas Que He Aprendido De Mi Hija

Mi estimada Louma de Amor Maternal nos invita a participar en la recopilación de anécdotas con el siguiente texto:

«10 cosas que he aprendido de mi hijo es un carnaval de blogs cuyo propósito es hacernos reflexionar, compartir, reír, emocionarnos y facilitarnos una mirada en retrospectiva acerca de cuánto hemos aprendido desde que emprendimos el camino de la maternidad.»

Me es difícil enumerar las 10 cosas que mis hijas me han enseñado, es tanto lo que he aprendido a su lado que llenaría varios libros y me faltarían palabras. Tengo ya días pensando en ello, tratando de seleccionar u ordenar mis recuerdos, para encajarlos en la lista de 10. Y cuando por fin logro transcribir algo… siento que el resultado no transmite en su real dimensión lo que esa personita en mí despertó.

Me cambiaron la vida. Soy otra mujer desde que las tuve dentro de mí. Tanto así, que batallo para rememorar los momentos vividos sin la presencia de mis hijas. Como si el antes fuera acortándose cada día más, mientras que el después se expandiera abarcando todo mi universo.

Valiéndome del diario de ellas, haré el intento de nombrar tan sólo diez lecciones. El resto, lo contaré después. O tal vez, sólo lo guarde en mi memoria.

1. Escuchar.- Cuando mi beba nació lloró tan alto que los decíbeles se alcanzaron a escuchar hasta el piso superior del hospital. En cuanto la colocan sobre mi pecho, comienzo a hablarle y ella cesa de llorar. La retiran para limpiarla, llora todavía más fuerte. Sólo la voz de su papá puede calmarla de nuevo: «Soy yo, soy papá.» Ella conocía muy bien nuestras voces, nos escuchaba hablarle, cantarle, amarle desde que estaba en el vientre.«Te escucho claro y fuerte, aun cuando parece que no lo haga» .

2. Observar.- Contaba con tan sólo tres meses de edad, la cargué y comencé a nombrar las partes de la cara: «está es mi nariz, estos mis ojos, aquí mi boca» al tiempo que tomaba su manita y la colocaba sobre mi rostro.»¡Estoy loca! ¡Sólo a mí se me ocurre!» pensaba. A los pocos días, mi mamá la tomó en brazos y, sin saber lo que yo había hecho, le preguntó ¿dónde están los ojos?. Mi niñita, manoteó un poco, logró controlar su manita y la puso sobre los ojos de su abuela. Incrédula, le pregunta de nuevo: ¿dónde está mi boca? Se toca primero su propia boca y luego con su mano cubre la boca de mi madre. «Te veo, te observo, aprendo todo de tí»

3. Reír.- Después de una torrencial lluvia, salimos a caminar mi nena y yo. Con sumo cuidado para no acercarnos a los enormes charcos que se formaron en la calle, transitábamos por la banqueta. De repente y sin aviso, salió al paso una camioneta, rodó a toda velocidad, levantó literalmente una enorme ola frente a nosotras, nos bañó de pies a cabeza. Estaba por soltar una maldición digna del mejor de los gitanos, cuando mi niña voltea a verme y estalla en carcajadas: «¡mía aba mamá! ¡aba! ¡ha ha ha! ¡aba e lluva!» Seguimos nuestro andar, agua en la cabeza, lodo en los pies, risa en los labios. «No te tomes tan en serio, ríete de ti mismo»

4. Confiar.- Acababa de morir mi tía. Estaba yo muy distraída y triste. Mi hija me cuestionó en que pensaba, le respondí que en mi tía.

-¿Sabes dónde está ahora? – Preguntó.
-Sí, en el cielo- Contesté.
-¿No crees que allá está mejor? Papá Dios y la Virgen María están a su lado, ella está muy a gusto allá. No estés triste por ella. Ella es feliz.- Aseguró.

Tan pequeña y tan sabia, me otorgó consuelo cuando lo necesité. «Abandónate al Señor. No cuestiones su voluntad»

5. Sentir.- Si estoy contenta o enfadada, ella lo sabe. Aunque no haga gesto alguno, ni exprese verbalmente mi estado de ánimo, mi hija, siempre lo siente. Está tan unida a mí, que presiento que nunca le cortaron el cordón umbilical. Esa unión me da fuerza para continuar viviendo. «Hay un lazo que nos une, soy parte de tí, eres parte de mí»

6. Disfrutar.- Quiso atrapar el arcoiris en sus manos. La luz del sol entró por la ventana reflejando los colores en el suelo. Ella fascinada lo tomaba en la mano, y al abrir el puño desaparecía. Se entregó a esta faena por espacio de unos minutos, hasta que comprendió que no lo lograría. Sonrío y siguió jugando con las tarjetas de teléfono. No se frustró por no obtener lo que quería. Lo gozó y continuó tan contenta. «Deleita tus sentidos, disfruta el momento, sé de nuevo niño»

7. Perseverar.- Desde tomar el pecho hasta bajarse de la cuna, desde permanecer sentada hasta correr, desde tomar una crayola en sus deditos hasta escribir cuentos fantásticos… persevera, lucha, no se da por vencida hasta alcanzar su meta. «Esfuérzate hasta conseguir lo que quieres»

8. Percibir.- Ella vive y percibe su entorno. Se da cuenta de todo. Muchas personas me dijeron: ¡Es muy chica! ¡No se da cuenta de lo que pasa! Mayor mentira no puede haber. Entristece con las mudanzas, las fiestas la divierten, sabe cuando hay un problema en casa, goza cada viaje… y tiene pocos meses de nacida. «Soy una persona que vive y siente, que importa mi edad»

9. Perdonar.- He cometido muchos errores siguiendo malos consejos de buenas personas. En este aprendizaje, he practicado y luego desechado muchas ideas y costumbres que lastimaron a mi hija. Ella en vez de reclamarme o clavarse en el pasado, perdona. Perdona y no sólo eso: olvida. «Ya no me acuerdo de eso, vamos a jugar»

10. Amar.- Creí que amaba. Tal vez lo hacía, pero no de un modo total. Por ella daría la vida. Por ella la doy. Y ella, con sus pequeñas manitas acariciando mi rostro, me mira a los ojos y me grita: «Te Amo Mamita!!!»

P.D. Bellas Mamitas Y Su Lista De 10:  

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Sólo Amigos

Eramos amigos. Me contabas tus cosas, yo las mías.

Te reías de mis tonterías, escuchaba con atención tus penas, tus alegrías.

Solíamos charlar por horas, sin aburrirnos jamás. Me buscabas, te perseguía.

Caminábamos por la tarde, sin rumbo fijo, caminar por caminar.

A veces en silencio, era tan sólo estar. Era tan sólo ser.

Ser yo contigo, ser tú conmigo, desde aquel momento en que nos vimos.

Tomar tu mano, sentir tu piel…

Escuchar tu voz, grabarla en mis oídos…

Imaginar que cuando los ojos cerrabas tan sólo en mí pensabas.

Saber que eramos amigos, intuir que algo mas sentíamos.

Una noche no pude más, tus labios besé,

con anhelo, con deseo, con valentía, con timidez

Tú respondiste con tal vehemencia, que ya no pude pensar

Tus labios eran míos, mi boca era tuya,

envueltos en un remolino, nada importaba,

tus manos volaban, todo mi cuerpo temblaba…

¡Dios mío! ¿Qué estoy haciendo? ¡Me muero, me matas!

¡Bésame, bésame, bésame! susurraba…

Dos cuerpos, un corazón, todos mis sueños en ti habitaban

Sólo tú, sólo yo, no hay nadie más

¡No se puede ser tan feliz sin haber muerto!

¡Seguro morí, me siento en el cielo!

Salto, danzo, vuelo

Y luego el silencio.

Algo en ti cambió.

-Tenemos que hablar – dijiste.

-Seamos sólo amigos – pediste.

¿Qué sé yo cual es la razón?

Proteges tu corazón, destrozas el mío.

Un crash se escuchó.

Me dueles. Me hieres. ¡Me muero, me matas!

¿Cómo podré vivir si mi corazón dejó de latir?

¿A quien le contaré que sufro por ti?

¿Cómo mirar mi reflejo en tus ojos, si no son para mí?

Amanecer pensando en ti. Anochecer y dejar de existir.

Anhelar estar a tu lado y tú ofreciéndome amistad.

Lloro, grito, callo

Lágrimas saladas. Me ahogo.

Necesito dormir. No quiero despertar.