Publicado en Familia, Maternidad, Personal

Un ángel en casa

13 Diciembre 2001

Hoy cumplo 9 meses de embarazo y hoy es el día tan esperado… fuimos con la ginecóloga a revisión y salimos con las membranas desprendidas para provocar las contracciones ¡vaya que me dieron! Así nos fuimos a hacer el súper. En Walmart hasta sentí ganas de pujar. Pero sabía que no era el momento, la doctora nos dijo: -Espero su llamada a medianoche. ¡Ajá!

10:00 p.m. Ahorita estoy recostada esperando que me den las contracciones más fuertes, tengo un dolorcillo en el vientre bajo, como si hubiera comido mucho dulce, que no me deja, pero ya no me ha dado el dolor de la cintura como hace rato.

Nos habían dado fecha de parto entre el 18 y el 22, pero la placenta ya está madura y dice la Doctora que es por la calcificación, que ya no nutre adecuadamente y no le llega suficiente oxígeno a mi beba. Así que tomó la decisión de adelantar el parto. Está bien por mí, a estas alturas me siento muy muy cansada, respiro con mucha dificultad y prácticamente no duermo. Más que eso, ansío locamente conocer el rostro de mi niña. Lo he visto en varias ocasiones en los ultrasonidos, pero muero de ganas de tenerla en mis brazos.

¿Seremos buenos padres? ¿Podré con el reto? ¿Le sabremos dar la educación necesaria? ¿Cómo será ahora nuestra vida en pareja? ¿Y si no puedo? ¿Y si no sé? ¿Y si no aprendo? ¿Mi hija me querrá? ¿Y si no la amo lo suficiente? Tengo tantas dudas en mi cabeza y al mismo tiempo estoy tan contenta que tal vez no pueda dormir en toda la noche.

14 Diciembre 2001

12:00 a.m. Un intenso y agudo dolor en la cintura me ha despertado. Siento que me estoy partiendo en dos. Literalmente. Creo que las caderas se me están abriendo rápidamente. Todo sucede en un instante…

Mi esposo me pregunta si quiero que me lleve al hospital, pero le digo que espere. Según lo que he leído y lo que me platicó la doctora, las contracciones comienzan ligeritas y se van incrementando gradualmente. Empezamos a contar y dejamos de contar. Estoy en un grito. ¡ARGHHHH! No, no sé si éstas son las suavecitas no quiero saber de las fuertes.

¡Mi respiración está tan agitada! ¡Ah! De pronto recordé las clases de Yoga para embarazadas, ahí me enseñaron a respirar. Déjame intentarlo. ¡Ahhhh! ¡Puffff! ¡Sighhhhh!. Va. Se calma un poco. ¡ARGHHHH! Aqui viene otra súper fuertísima… ¡Madre mía! ¿Y si me muero?

12:30 a.m. ¿Sabes qué mi amor? ¡Llévame por favor al hospital! ¡Llama a la doctora! ¡Ya no aguanto más! ¡Las contracciones no son ni más fuertes ni más suavecitas! ¡Todas están rompiéndome por dentro! ¿Qué es esto? ¿De que se trata? ¡Nadie me advirtió que sentiría algo parecido! Respiro, soplo, suspiro, me aguanto…

La doctora esperaba nuestra llamada, nos indica que llegando al hospital le volvamos a llamar. Levanto a mi mamá Gelo, mientras mi marido se cambia. Todavía se me ocurre que me tome una foto al pie de las escaleras. Las contracciones son constantes y muy muy fuertes. Siento como si todo mi vientre se convulsionara y en cualquier momento fuese a estallar. Agarro mi pañalera con mis cosas listas, mi agenda, mi cámara fotográfica y le recuerdo a mi esposo cargar la cámara de video.

Todos sentados y sumamente nerviosos en el carro. Salimos de la privada, detiene el coche, se voltea y me pregunta:

-¿Cómo llegamos al hospital?
-¡ARGHHHHH!
-¡Por Dios! ¡Siento que la niña se me sale por abajoooooooo! ¡Tengo las contracciones a todo lo que daaaaaaan! ¿En serio no sabes llegar al hospital?
-No, nunca he ido

*Abro paréntesis: (Hace un mes que nos mudamos a esta ciudad. Tardé 15 días en encontrar una ginecóloga que me quisiera atender con 8 meses de embarazo. Cómo él trabajaba mucho, y salía fuera de la ciudad no tenía tiempo de ir a visitar los hospitales conmigo. Hice el recorrido con mi mamá Gelo, anotando direcciones, teléfonos, nombres de doctores y presupuestos. Todo en mi libretita –Como Pistachón Zig-Zag– Reflexiono un poco y pienso: No debo dejar que el pánico me domine). Cierro paréntesis.*

-Mamá: Páseme mi libretita. A verrrrrrr…. agarra por la izquierda hasta paseo … acelera… no, no… que se me saleeeeee… ve más lento… no, no que nace aquí… date prisa…

El hospital nos queda medianamente cerca. Yo le voy indicando donde de vuelta  y todo el recorrido necesario. Mientras mi columna se fragmenta en mil pedazos pienso, oro a la Vírgen María: Tú que eres madre socórreme, no permitas que mi hija nazca en el auto. Y si lo permites, dame la fuerza para soportarlo y que nada malo le pase a mi pequeña. Dios mío, protégenos. Hágase tu voluntad.

Llegamos. El hospital completamente a oscuras. Le gritamos al velador, golpeamos los vidrios, yo desbaratándome por las contracciones sólo atino a agarrar mi enorme barriga como protegiéndola, mi mamá Gelo rezando todo el camino, mi esposo, un manojo de nervios. Que no hay lugar nos informa el velador, quien por cierto, no tuvo la gentileza de cederme el asiento. Yo lo que quiero es ya pujar. ¡YA!

-¿Cómo? ¡Pero dijeron que no era necesario apartar!
-Sí señora, pero es luna llena, el hospital está a tope. No puede quedarse aquí.
-Pero ya quiero pujar, ya no me quiero subir de nuevo al auto. ¿No ve que estoy doblada del dolor?

Mi amado llama a la ginecóloga, le explica la situación. Nos pide un listado de los hospitales a los que tenemos derecho según el Seguro de Gastos Médicos. Hay uno que me gustó mucho cuando fui a conocerlo y era mi segunda opción. ¡Ok nos dice! Allá nos vemos.

Bien. ¿Ahora, como llegamos desde este punto de la ciudad hasta el hospital que está al otro extremo? Piensa, respira, piensa, sopla, piensa. Dios ilumíname. ¡Ya sé! ¡Un taxi!

-Háblale a un taxi
-¿A esta hora de la madrugada? ¿Traes algún número de sitio?
-!»#!»$$#%$ No.

En eso, ambos levantamos la vista y apareció frente a nosotros un taxi.
-¡Llévenos al hospital! Usted nos guía, nosotros le seguimos.

Y ahí vamos, atravesando la ciudad, respetando los semáforos en rojo… de madrugada.
-¡Oiga! Traigo a mi esposa de parto ¿No podría ir más aprisa?
-¡Pa’ su mecha! ¡Me lo hubiera dicho ante’!

-¡Ah los bacheeeees! ¡Noooooo! ¡Se me saleeeeeee!

Llegamos en 3 min. Que en tiempo de parto es como media hora o más. ¡ARGHHHH!

2:30 a.m. La doctora me espera impaciente en la entrada, pero con una gran sonrisa. Todo pasa muy rápido, volteo a verme, ya no tengo mi ropa, me ponen una bata, me miden. 7 de dilatación.

-¡Niña vienes alumbrando! 😛

La enfermera me insiste en que no haga esos ruidos raros. Es la técnica de respiración que me enseñaron. Me regaña. Sigo respirando y soplando. Me vuelve a regañar. Estoy temblando. Me acuesto en la camilla. Me llevan bajando como a un sótano ¿O me están subiendo a la zotea? No lo sé, me siento mareada, estoy muy asustada.

Que el anestesista no llega, yo quiero pujar y empiezo. Que me espere. ¿A qué? ¡Yo no puedo más! No me interesa más nada. Yo pujo, mi cuerpo lo pide. Creo que me inyectaron oxitocina para acelerarme. De por sí, vengo toda partida. Tiemblo, tiemblo como gelatina. No me puedo controlar. Tengo un frío intenso que recorre mis huesos. ¡Qué desesperación! ¡No poder dominar mi propio cuerpo, mi propia reacción!

Estoy confundida. Me dijeron que estoy para parto, pero me quieren poner la raquea. ¿Porqué? ¿Me quieren hacer cesárea? ¡Nadie me explica nada! Ya llegó el anestesista. Que me haga cobachita y que no me mueva. No me moveré, me muero por pujar, pero no lo haré. He escuchado que algunas mujeres se quedan inválidas por una raquea mal puesta. Me duele. Mucho. Las contracciones me duelen más.

¿Cuánto tiempo ha pasado? No tengo idea. Siento todo el proceso, como la cadera cada vez se abre más y como mi niña va bajando. La doctora me presiona el vientre, le pide ayuda a la enfermera (la regañona). Se pone nerviosa (la enfermera) y se le caen las vendas y el material. La Doctora le llama la atención. La enfermera voltea verme como culpándome. 😦

La cabecita de mi niña comienza a asomarse. Mi esposo videograbando todo el evento. Le señalan que se ponga atrás de mí para la toma. No hace caso y se para exactamente frente a mí. ¡Ouch!

4:20 a.m. ¡Ha nacido mi princesa! ¡Todo el dolor desapareció! ¡Mi columna no se partió en 2! ¡Ella es perfecta! ¡Está hinchada un poquitico! ¡Es hermosa! Llora. Mi mamá Gelo escucha su llanto desde el otro piso. Sonríe y da gracias a Dios. Mi nena sigue llorando. Mi esposo le empieza a hablar:

-Soy papá. Soy tu papá.

Mi niña se calma con el sonido de su voz. Lo busca con sus ojitos. La toman y me la ponen encima. Tiene la mirada más limpia que mis ojos hayan visto jamás . Es pequeña. Es rosa. Es mía.

P.D. ¡Y yo que no creía en el amor a primera vista!

Autor:

Varias ideas rondan mi mente, muchas palabras quieren salir, pocas personas que quieran oir lo que en ocasiones me es dificil decir

17 comentarios sobre “Un ángel en casa

  1. Uf, que nervios. Casi me como todas las uñas de las manos leyéndolo. Y que templanza tienes, que envidia. Yo mato a mi marido si me dice que no sabe ir al hospital. Mato al Bedel si me dice que no hay sitio. Me meto en la primera ambulancia que vea y de ahí no me mueve naaaaadie.

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  2. Que bonito!
    Muchas felicidades a tu Angel hermoso! A esa niña que es un ser de luz que ilumina todo a su paso. A ese ser tan especial que lleno tu vida de tantas cosas hermosas. A esa hermosa niña que esta tan llena de virtudes. Le pido a Dios que la siga bendiciendo con sus dones, que su Angel de la guarda la acompañe siempre y la cuide de todo mal.
    Viviste una completa aventura para traerla al mundo. Ya le has contado esta historia?

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    1. Sí! en ese entonces creí que era que apenas me hacía efecto la raquea mentada, pero con mi segunda hija no me la pusieron y ví que todo el dolor, la preocupación y tensión desaparecieron igual, todo fue paz y amor al momento de verlas nacer. A ambas las ví por el reflejo de la lámpara de metal en el techo del quirófano. 😀

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  3. Qué historia!! me encantó… convertirse en madre sí que fue toda una aventura!! jejeje. Ya en serio, creo que son momentos que se viven intensamente, y cuando parece que ya uno no puede más del dolor y los nervios, nace el ser más bello del universo y con una mirada nos devuelve la vida, la ilusión y nos enamora por completo 😀

    Besos!!

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  4. Me has hecho poner nerviosa leyendo!!!, Niña que trajin!!!
    mira que tienes valor para llevar ese parto, eh???? Como que cambiaste de ginecologa a los 8 meses…. eso es tener ovarios!!!!
    un beso a esa niña y su madre en sus cumpleaños
    (es tu cumpleaños de madre también, no?)
    Carla

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    1. No fue un cambio que yo haya querido, tenía a mi ginecólogo, un hombre muy compensivo, que siempre me trató con delicadeza. Sucedió que le ofrecieron trabajo a mi marido al otro extremo del país y queríamos estar juntos en el parto, entonces en vez de quedarme en la misma ciudad donde vivíamos y no tenía parientes, o bien, optar por regresarme con mi mamá a otra ciudad, decidí seguir a mi esposo. Nadie me quería atender, decían que era muy poco tiempo un mes antes de la fecha probable de parto y que no querían hacerse responsables si algo malo pasaba. Hasta que Dios me envió a está ginecóloga.
      Sí, también es mi cumpleaños de mamá!

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