Publicado en Familia, Personal

Hasta Luego

Siempre huyo. Suelo esconderme, evitando el enfrentar ciertas situaciones o evadiendo toparme con algunas personas. Esto tiene sus raíces en mi infancia, algo que evidentemente no he superado. De momento tengo que aclarar algunas ideas en mi mente.

Aquí no cabe la opción, ni la duda, ver o no, entrar o salir, dejar que los demás actúen o ser parte activa, no la hay. No puedo, ni debo, ni quiero dejar sola a mi madre con estos trámites sintiendo este dolor, tratando de aceptar esta ausencia mientras firma papeles, hojas con datos clínicos y decidiendo el color del ataúd o sí quiere cantos en la misa…

Entré a patología, mi mamá Gelo envuelta en una sábana, parecía un paquetito precioso, lucía más pequeñita de lo que en realidad era. Le hablé, no tuve miedo ¿Porqué habría de tenerlo? le dí las gracias, por habernos amado, por sus enseñanzas, por ser la mujer maravillosa que siempre fué, por dejarnos amarla, por su sonrisa, mi hermano y mi madre la abrazaban y también le daban las gracias. Llegaron los de la funeraria, les dimos la bolsa con la ropa que le pondrían, se la llevaron para prepararla.

En esos instantes tenía una mezcla de tristeza y alegría, la había visto danzando con mi padre, y mi mamá refería que al mismo tiempo que yo estaba en casa buscando en su cajón, ella estaba tocando a mi ma’ y sintió sus vibras. ¡Sintió sus vibras!

Los abrazos habían comenzado en la salita donde nos encontró la trabajadora social y continuaron con los amigos y parientes a los que fuimos transmitiendo la noticia. Yo estaba tranquila, como un tronco seco flotando en el río. Relajada, luego de tantos días de tensión y de sentir helado el corazón. En ratos melancolía, luego nada. Sonreía vagamente a quien me decía: ya descansa.

En la funeraria hubo de firmar más papeles, ellos se encargaron de conseguir al Padre, hacer los preparativos para la misa, preguntaron por la esquela. Yo sí quería publicarla, mi mamá, mi hermano y mi tío prefirieron que no. Sólo la familia y los amigos más cercanos. Cierto. Los más cercanos.

Hablé largo y tendido con mi tío, quien es muy cerrado y renegado, me dí cuenta del gran amor que le profesaba a mi mamá Gelo y de lo díficil que le era mostrarse cariñoso con ella. Mi mamá se mantuvo de una pieza, contrario a lo que todos esperaban de ella, temían verla desmoronarse y no fue así. Deseaba que mi mamá no fuera la persona a la que el médico dijese: «Hice todo lo que pude» y se me concedió, fue mi tía, otro ángel de alas guardadas, la depositaria de la noticia. Mi hermano, un joven alto y delgado, lloraba calladamente. Lucía como aquel niñito tímido que de cuando en cuando defendía a la hora del recreo. No pudo verla para despedirse, cuando él llegó ella había partido, igual que con mi papá.

Arribando a casa, afortunadamente no se encontraban mi esposo ni mis hijas, yo no quería verlos, quería estar sola. Él ya lo sabía, le pedí que no volviera pronto. Se suponía que correría a refugiarme en los brazos de mi marido, no lo hice. No me desgarré las vestiduras, no grité, ni pregunté ¿Porqué?… no era necesario… sólo deseaba soledad.

Ingresé a Twitter para avisar a mis amig@s quienes estuvieron siempre pendientes de la evolución de mi ma’. Sus oraciones, palabras de apoyo, bendiciones y hasta canciones me dieron fuerza para continuar durante estos días. Deseaba escribir y los dedos no me respondían. Emití creo 2 tweets y vámonos pa’ fuera.

Entré al Messenger para cambiar mi estado, donde aún solicitaba sangre, pensé: ¡Capaz que ahora que no está mi mamá alguien tenga la feliz ocurrencia de ir a donar! Apenas inicié sesión, me habló My Dearest: -¿Cómo estamos mi reina? y que me suelto… y no del estómago, sino del alma. Lloré, reí, callé y escuché. Me vaticinó lo que ocurriría las siguientes horas y me ofreció sus oídos por si le quería contar mil y una veces la misma anécdota de mi mamá Gelo, su hombro para llorar, sus brazos para reconfortarme en ellos. Esto sí que es raro, algo está fuera de su lugar. Soy yo quien normalmente ofrece el apoyo. Y ella me lo dijo: Tú siempre tiendes a pensar primero en los demás, pero por esta ocasión piensa en tí. Deja que una amiga se encargue de tus hijas, llora si quieres, grita si quieres, duerme, haz lo que NECESITES hacer. *Suspiro* Sosiego.

Al cabo regresaron mis hijas a la casa, la pequeña dormida, la grande… tuve que hablar con ella, lloró mucho. Mi mamá Gelo estuvo presente en el hospital cuando mija nació, así que la conocía de toda la vida. Le expliqué que estaba en el cielo: -¡Allá con ella quiero estar!

-Lo bueno que tienes a tus hijas, ellas te darán consuelo.

Resulta que mis hijas son mis hijas, y mi mamá mi mamá. Ellas no llenan su hueco y ella no ocupa otro lugar. Cada quien tiene un rincón en mi corazón y no se pueden mudar. 😦

Mi esposo se quedó a cuidarlas, yo me fui a velar a mi mamá Gelo. Quería y no quería verla. Hace 18 años ví a mi papá Amadeo en su ataúd y casi me desmayé de la impresión, lamentándome hasta la fecha haberme atrevido a asomarme. No obstante, era mi mamá; ésta vez no huí.

Sólo estuvimos mi hermano y su esposa, mi tío y su esposa, mi mamá y yo. Llegaron otros parientes y luego se fueron, por la inseguridad que impera en la ciudad, por ser media noche, por vivir retirados… está bien.

Todo mundo me envió de regreso a casa, no hice caso. Siempre he sido una terca. Mi mamá así me aceptaba.

-Ve con tus hijas
-No, yo quiero estar aquí.

La ví, maquillada de un modo que ella no habituaba. Su cuello aún estaba demasiado inflamado. Le escondieron las manos pues las tenía moradas de tanto piquete e infiltradas además. Era y no. El cuerpo inerte de mi madre, parecía dormir. Una mueca en sus labios denotaba insatisfacción. El cristal que impedía tocar su piel, le protegía al mismo tiempo de las gotas saladas que se reventaban al contacto de la superficie.

-Ya no llores, te va a hacer daño. No llores por ella, está bien.
-No estoy llorando por ella. Lloro por mí.

¿A quién llamaré por las mañanas para ver cómo amaneció? ¿Con quien desahogaré mis demonios internos? ¿Quién me escuchará sin interrumpir cómo sólo ella lo hacía? ¿Quién se reirá de mis malos chistes? ¿Quién como ella para preparar tan deliciosos platillos? ¿Dónde encontraré su calor? ¿Qué mano apretaré cuando vea las viejas fotografías del álbum familiar? Ella me oía sin juzgar, solía poner atención a cada tontería que yo le contase, me platicaba de cuando ella era joven, de cuando yo era niña, me transimitía lo orgullosa que estaba de mí y me hacía sentir lo mucho que me quería. Me encantaba darle besitos en el cuello y, encogiéndose de hombros, oirle decir: -¡¡¡Me pongo japonesita!!!

Muchas muestras de cariño recibimos ese día. Primos y tíos que hace tiempo no veía me dijeron cuánto me querían, cuánto la querían y que contaba con ellos. Abrazos y más abrazos. Besos, palabras hermosas, te quieros, lágrimas, sonrisas… sentí tanto… siento tanto… mi familia… mis amigos… presentes físicamente y espiritualmente… todos estuvieron y están. No sabía cuánto, no sabía cómo, hasta este día, cuánto y cómo nos queremos; cuánto y cómo nos necesitamos.

-Podremos no vernos en  años, pero cuando se necesita siempre estamos.

Pese a tantas muestras de solidaridad, llegó el momento en que tuve que salir del lugar. Ya estaba en paz cuando ingresaba otra persona sollozando diciéndome que me calmara. Es que… lo estaba y de rato me veía, gimiendo de nuevo o consolando a quien intentaba hacerlo conmigo. Corrí a casa de mi mejor amigo, quien vive a media cuadra de la funeraria. Claro, no es una coincidencia.

Hablar con él me dió otra perspectiva. Sobre todo en algo que venía evitando hacer: Traer a mija al funeral. Así las cosas, fuí a casa por mija, le expliqué lo que vería, ella quiso ver por última vez a su bisi Gelo y así lo hicimos. Lloró, se despidió y lo tomó tan calmadamente que luego ella era la que trataba de darnos ánimos.

-Lo peor ya pasó, ver sufrir al ser querido y no poder hacer nada al respecto, deseando ser tú quien tenga esos dolores con tal que la persona deje de padecer… ahora viene la calma, ella descansa y tú también. Y no es un adiós, sino un hasta luego;  la volverás a ver el día de la Resurrección.

Entramos a misa, ví a más personas que me sorprendieron gratamente con su compañía, partimos en cortejo hacia el panteón. Nunca me ha gustado visitar los panteones, de hecho hasta miedo me daban. Esta es la primera vez que asisto a un entierro. Y no, no me tiré al pozo como dice mi suegra. Una señorita dijo unas palabras muy bonitas, que se sabe de memoria, ante el féretro de mi ma’. Tan bonitas que ya se me olvidaron.

El ataúd bajó lentamente, entre sollozos y lamentos, fue cubierto por lozas de concreto primero y por arreglos florales después. Uno a uno, pasaron sus hijos tomando un puño de tierra para espolvorearlo sobre él. Silencio.

Mi hermano toma la palabra, agradece la presencia de todos los familiares, evoca a mi mamá asegurando que por cada uno de nosotros ella oró en su momento. «Ella fue como una segunda madre…  no tenía más que palabras amables… fue ejemplo de rectitud… Su nombre no era María de los Ángeles, era Gelo y para ella pido un fuerte aplauso». Aplausos.

Es que ella es más que mi abuelita. Es mi mamá Gelo. El amor que le tengo no es de una nieta. Igual ella me ama como su hija que soy. Ella me cuidó, me crió y me educó. Jamás me puso una mano encima, una sola vez me regañó y yo lo merecía. Bondadosa, sencilla, cordial, a veces fría con los demás pero siempre tierna conmigo. Yo sí la conocía enojada. Era discreta, procuraba no hablar mal de los demás. Sabía guardar un secreto. No se quejaba hasta que ya no toleraba más. Trataba de no perderse un partido del Santos. Le gustaba bailar. Le fascinaban los tangos. Jamás tomó venganza de quien le hiciese daño. No acostumbraba llorar, pocas veces la ví hacerlo.

Contaba mi mamá Gelo, que en cierta ocasión nos separaron. Yo tenía unos 3 años. Ella estaba sola, sentada en el sillón de la sala mientras veía al vacío extrañándome. La pelota con la que yo acostumbraba jugar, rodó desde la recámara hasta topar sus pies. Rompió en llanto. Sabía que yo la extrañaba también. Igual que ahora lo hago.

P.D. La noche anterior a su partida, mi ma’ se le presentó en sueños a mi esposo, dándole la bendición en la frente como lo hacía cuando él salía de viaje. Se veía más joven. Le miró sonriente.

P.D.2 La madrugada que la velamos, también se le mostró a mi hermano entre sueños. Le llamó por su nombre y le dijo hasta luego, ya mayor pero más joven… y sonreía. Entretanto, yo semidormida, alcancé a ver la figura de un hombre alto parado al lado del ataúd. Luego, comprendí que era mi papá Amadeo, había acompañado a mi mamá Gelo, para despedirse ambos de mi hermano.

Autor:

Varias ideas rondan mi mente, muchas palabras quieren salir, pocas personas que quieran oir lo que en ocasiones me es dificil decir

21 comentarios sobre “Hasta Luego

  1. Gracias!!!!!

    Con tu relato del velorio y entierro de tu Mama Gelo, hiciste que llorara, si que despúes de casi un mes pudiera llorar la muerte de mi abuela (Mama Chana) que fue el 7 de marzo, para nada su velorio y entierro fue con el de tu mama Gelo, fue todo lo contrario pero bueno que con tu relato me doy cuenta de que asi debio ser el de mi mama Chana y aun que no lo fue te agradezco que lo compartieras y que me ayudaras a sacar el dolor que guarde
    Te mando un enorme abrazooooo y mi gratitud

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  2. Me haces traer tantos recuerdos del día en que vi por ultima vez el rostro frío pero sereno de mi joaquito!!!! Un día cuando pueda voy a contarlo y te mando el post. Todavía no pude, pero me hizo muy bien leer los tuyos. Te mando un beso grande. Caro (mama de joaco por siempre)

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    1. Hace 1 año 4 meses 25 días de su partida
      Hace 10 días de su partida
      Para tí y para mí fue ayer

      Ellos están con nosotros, en nuestro corazón.
      Ellos están en el cielo y no sufren, gozan de la paz y la felicidad de estar al lado del Creador…

      Gracias por llegar Carola!

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  3. Me hiciste llorar, no te había leído, lo siento, ando atrasada en mis lecturas, pero en cada párrafo sentí tu amor, tu devoción y cariño por tu mamá Gelo, he pasado algo parecido, pero nunca igual, gracias por compartir un momento tan único e íntimo, tan lleno de amor, de tristeza, de resignación y de esperanza.

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  4. Sin duda fueron momentos muy fuertes. Me identifico mucho contigo, por la forma que mi manejaste, por esa necesidad de estar sola, por sacar fuerzas de donde no hay. Escribiste todo de una forma perfecta para hacernos sentir lo mismo que sentiste tu. Me enorgullece que hayas tenido el valor de llevar a tu hija a la funeraria y me enorgullezco mas aun de ella, por su madurez y su entereza. Un abrazo.

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  5. Olivia, se me hizo un nudo en la garganta…. descanse en Paz Mamá Gelo. Me hubiese gustado conocerla en persona, pero siento que conocí su alma.

    Siempre me he sentido muy orgulloso de tí, eres de las personas que más admiro, de antemano, supe perfectamente lo que significa todo esto para tí.

    Pocas personas llegan a amar como tu, Olivia. De eso estoy seguro, gracias por compartir esta triste y dolorosa experiencia con quienes te queremos.

    Un abrazo
    Sergio Ascencio
    @gdlmat

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  6. Oli, me siento mal, no tenía idea de lo que había pasado. A veces ando como perdida.
    Gracias por compartirte, por tener esa sensibilidad que nos hace recordar de qué estamos hechos.
    Te mando muchos abrazos y como dice My dearest… Reinita: aquístamos.
    Te extrañamos :o)

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    1. ¡Oh! Mi querida Grace… de esto se trata la amistad, de apoyarnos en las malas y carcajearnos en las buenas… Yo también les extraño mucho, no sé cómo ni cuándo, pero volveremos a la normalidad.
      Recibo todo tu cariño, hermosa criatura, hada de mi TL

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  7. Querida Olivia… Qué es lo que quieres que te diga? Del dolor de perder a alguien se tiene que aprender algo y ese termina siendo el sentido de la perdida. No cuando es un hijo quien se pierde, porque ahí no hay absolutamente nada que en lo simbòlico te permita resolver o dar salida al dolor. Aunque yo francamente te hablo desde la teoría. No quiero pensar en mi reacción de cuando sea mi turno de perder.
    Lo que te digo es que yo soy tu amiga, que te acompaño en lo que me digas y que me siento honrada de que así sean las cosas.
    Te abrazo a ti y a tu familia y desde aqui les mando toda mi solidaridad y cariño.

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